El poder de un abrazo
He leído que abrazar afectuosamente a nuestros hijos esta científicamente comprobado que tiene un impacto directo en su bienestar psicológico y emocional, ya que fortalecemos su autoestima, además de que acrecentamos su alegría, y por si fuera poco, les mejora su salud cuando están enfermos.
Otros estudios
demuestran, que el abrazar con cariño a nuestros hijos pequeños, también llega
a tener un efecto positivo en el desarrollo del lenguaje y aumenta su
coeficiente intelectual. ¿Quién no desearía brindar todos estos beneficios para
sus hijos? Además, y lo mejor de todo, los abrazos son gratis.
Este fin de semana, el gran jugador de Futbol Americano Tom
Brady llevó a su equipo a ganar la liga de su conferencia y poder estar presente en el gran partido, el SUPERBOWL.
Cuando acabó el juego, dio muestra de lo que debemos hacer todo padre en todo
momento. Hace poco ya había escrito de compartir los momentos felices con
nuestros seres queridos (pueden leer el post al final), ya que soy de los que
piensa que jamás habrá victoria completa si ésta no es compartida entre los que
siempre han estado a nuestro lado y amamos.
Brady, esta super estrella del deporte, terminado el partido
de campeonato, no caminó en búsqueda del reportero famoso, no fue en búsqueda del
dueño del equipo, no fue tras su promotor que le daría el gran cheque de millones
de dólares del bono por haber ganado el campeonato de la conferencia. PUEDEN
VER EN EL VIDEO COMO TOM BRADY SE ESCURRE ENTRE TODA LA GENTE, Y BUSCA A SU HIJO JACK… SI,
A SU HIJO QUE ESTABA PRESENTE ENTRE EL PUBLICO.
Aquí dejo la secuencia con el video completo, dura menos de 2
minutos (vayan al link y mírenlo en YouTube) NFL no me deja reproducirlo en el Blog:
Si miran con detenimiento el video, Brady camina apurado
deseando llegar en todo momento junto su hijo para compartir su alegría. Cuando
lo ve a lo lejos grita: “¡JACK!”. Corre, tira el balón que lleva en la mano, se
acerca a la tribuna y amablemente le pide permiso al guardia para que se acercara su
hijo: “¿PUDIERA DECIRLE HOLA A MI HIJO?” señalando donde estaba Jack. El
chico de 13 años baja las escaleras corriendo, Brady sube la verja y se funden en un
abrazo padre e hijo, al final Brady le dice algo así como: “TE AMO CHIQUILLO” (chaval
o muchacho), “YO TAMBIEN PAPÁ” le responde su hijo abrazándolo. El momento fue lo mejor del partido.
Algo que debo agradecer infinitamente a mi esposa, es que ha
inculcado en mis hijos desde muy chiquitos que no se pueden ir a dormir sin
antes abrazar fuerte a su padre y besarme mis mejillas. Debo reconocer que al
principio no asimilaba el gran poder que tiene este gesto tan sencillo y humano
de mostrar afecto, ya que mi padre nos crío al viejo estilo mexicano, del que
los hombres no podían permitirse esto gestos, pues se interpretaba como un
reflejo de debilidad viril.
Mi esposa me ha dicho que a ella le ocurrió igual, su padre
jamás se permitió darles un abrazo cariñoso, era un hombre duro, fuerte, de
campo, igual que el mío. Pero ella quería romper esta mala tradición en nuestra
familia y se lo agradezco.
Ahora ya es algo más fácil para mí, cuando llegó a casa
después de un día largo de trabajo, solo basta que silbe como suelo hacerlo
siempre: “fufuufu” y grite: “¡donde están mis campeones!”, para que vengan
corriendo mis hijos y nos abracemos entre sonrisas, siempre muy contentos.
El fin de semana pasado, fue distinto. Llegué a casa muy cansado del trabajo (por la pandemia entro a trabajar a las 7am y salgo 9pm. Así que llegué a casa cerca 9:30 pm) se puede decir que después de 14 horas de trabajo continuas, llegué cabizbajo, como se dice comúnmente, con las pilas muy agotadas, ensimismado en mis propios pensamientos y problemas laborales. Me senté a la mesa sin ánimo alguno, y escuché a mis espaldas como mis hijos salían de su cuarto corriendo, y en un abrir y cerrar de ojos estaban sobre de mí abrazándome con su gran sonrisa. Mi estado de ánimo cambio súbitamente. Me sentí mucho mejor, cerré los ojos y los así entre mis brazos fuertemente, y olvidé por un momento el pesado día que había tenido y agradecí en silencio a Dios por regalarme tan bellos momentos. No necesite ganar el campeonato de la división, ni el millón de dólares para saberme inmensamente feliz.
Compartamos nuestra felicidad.
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